viernes, abril 06, 2007

Coño, no tan duro que me duele el corazón

(Del capítulo I)

Me pierdo, quiero llegar al aeropuerto, al sentimiento. A todo lo que se desprendió de los ojos y duele en el corazón.
Y, para encontrarme y estar, vuelvo a la Rayuela que gira sobre el amor y la necesidad de la palabra. En el 93 se consigue el punto máximo, y, es allí que el amor es “un rayo que te deja estaqueado” como también una “lluvia que te va a calar hasta los huesos” en donde, irremisiblemente, no se puede elegir. Por lo tanto el amor es palabra y situación. Y las palabras, además, son perras negras que se vengan del escriba, son entes metamorfos que se convierten en insectos o en cuerpo de mujer. El capítulo comienza con una sentencia que encierra toda reflexión de años: El amor es “esa palabra” y con eso nos podríamos quedar. Pero no es simplemente palabra o situación, he ahí el dilema. La palabra no es sólo palabra, va más allá. Si la discusión es esa palabra -que a veces es verbo y por necesidad se adjetiva- estamos ante mucha tela que cortar ya que aún falta llegar a todo lo que da sentimiento.
Pobre de la palabra y la difícil existencia en la paradoja de ser símbolo; de ser ella en cuanto a grafía, de ser la imagen que de ella nos hacemos y, además, ser lo que ella representa. Para la mesa es fácil, porque una mesa es una mesa siempre y cuando sirva para poner cosas encima, entonces no importar cuántas patas tenga o que las levanten cuando se queda sola. Pero qué coño es el amor que no es mesa o caballo. En mi caso se volvió ojos en cuanto a imagen y aeropuerto en cuanto a situación y en ese momento y en ese instante algo que nunca había sentido: la calada, la estaqueada.
En el aeropuerto sentí la dimensión exacta y el lugar preciso del corazón.

2006